Drácula de Bram Stoker

Título: Drácula
Título original: Drácula
Autor: Bram Stoker
Año de publicación: 1897
En esta colección: 1994 (Quinta edición)

Editorial: Plaza & Janés Editores, S.A.

Nº de páginas: 457
Encuadernación: Tapa blanda 


 Jonathan Harker viaja a Transilvania para cerrar un negocio inmobiliario con un misterioso conde que acaba de comprar varias propiedades en Londres. Después de un viaje preñado de ominosas señales, Harker es recogido en el Paso de Borgo por un siniestro carruaje que le lleva, acunado por el canto de los lobos, a un castillo en ruinas...

 

Este viernes 20 de Abril fue el centenario de la muerte de Bram Stoker, conocido principalmente por ser el autor de Drácula (1897). Y a su novela Drácula dedico esta reseña. Pues marco tanto al propio autor, que cuentan que murió loco viendo vampiros por todas partes.

Algunas novelas del mismo tema o similar se escribieron con anterioridad, por ejemplo El Vampiro (1816) de Polidori y Carmilla (1872) de Sheridan Le Fanu, pero Drácula fue sin duda la más decisiva e importante. Sobre todo a la hora de configurar la imagen del vampiro, que durante tanto tiempo hemos tenido y que ahora está cambiando, por lo menos a mi parecer y no precisamente para mal. No solo van a ser los vampiros viejos aristócratas apolillados, sin que esto quite importancia al clásico Drácula.

Es una novela curiosa, el personaje principal sale poco, creo que solo aparece realmente en unas quince páginas, el resto son diarios de los distintos personajes o cartas que se envían unos a otros. Sin embargo el personaje Drácula es mucho más importante que la propia novela.

Drácula es más bien una presencia constante y obsesiva que envuelve a los personajes como una mortaja, es una especie de agujero negro que los atrapa con su fuerza y los arrastra a la condenación. Esta novela convirtió verdaderamente a Drácula en un ser inmortal, que tomo forma como arquetipo en la imaginación colectiva, transformándose y reproduciéndose en infinitas obras que lo utilizan como personaje. Es pues como todos los grandes personajes literarios un ente que trasciende la importancia de la obra original.

Merece la pena destacar un personaje secundario, que también cobra una especie de vida propia en multitud de otras obras. Se trata por supuesto de Abraham van Helsing, el cazador de vampiros por antonomasia. Que parece a veces más despiadado y terrorífico que el propio Conde.

El Conde Drácula, no fue ni mucho menos el único monstruo legendario que surgió en su época. La época victoriana vio nacer monstruos legendarios como Frankenstein (1818) de Mary Shelley, El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde (1886) de Robert Louis Stevenson y tantos otros seres míticos que nos acompañaran para siempre en nuestros sueños y pesadillas.