Título: La mano invisible
Autor: Isaac Rosa
Año: 2011
Editorial: Seix barral
Nº de páginas: 384
Encuadernación: Tapa blanda
No es habitual en la narrativa reciente y por eso lo advertimos: en esta novela los protagonistas trabajan. Mucho. De hecho, no hacen otra cosa. Y no precisamente de forma creativa o intelectual; no son cineastas ni investigadores ni mucho menos escritores. Algunos incluso trabajan con las manos. Y hasta sudan. Y por supuesto se cansan. Y enferman, se duelen, se aburren, se desesperan. Sienten cada mañana ese malestar común a tantos trabajadores que esperaban otra cosa del mundo laboral. En las páginas de La mano invisible encontrarán gente que pone ladrillos, monta piezas en cadena, corta carne, cose, friega, carga cajas. Pero no saben con qué fi nalidad. Sólo una cosa es segura: una mano mueve los hilos y puede convertir su jornada en una pesadilla. Mediante una historia llena de tensión y estupor, Isaac Rosa aborda uno de los grandes temas de nuestro tiempo, el mundo laboral y cómo nuestra percepción del trabajo ha ido cambiando desde dentro, desde el deterioro que sufren cada vez más trabajadores. Siempre innovador, pero preservando una voz inconfundible, Isaac Rosa abre progresivamente un punto de vista que dejará al descubierto su excepcional planteamiento y nuestro admirado asombro.
El evocador título nos transmite la acertada impresión del oscuro interés o incierto motivo que se esconde detrás del capital y su relación con la fuerza del trabajo. Nos hallamos ante un texto de hiperrealismo social, intenso e incisivo en su fuerza descriptiva. Está estructurado según los relatos y vivencias de los diversos trabajadores que confluyen en una nave industrial, ejerciendo sus oficios ante un público.
Cada trabajador nos obsequia con un monólogo interior, aislado como está en sí mismo por las cambiantes circunstancias y las continuas exigencias laborales, así como los perturbadores cambios que al parecer se les imponen arbitrariamente. La duda persistente de qué es trabajo y qué valor real tiene, es algo patente e incluso obsesivo para todos ellos y cada uno lo encara según sus propias experiencias y convicciones.
Nunca quedan esclarecidos los motivos que persiguen los empleadores, una duda que se va tornando opresiva y asfixiante, transmitiendo a trabajadores, a espectadores y a los lectores la sensación de que algo no funciona como debería. La relación laboral y los objetivos del trabajo se desvirtúan ante la fatuidad y sensación de precariedad alienante, que impregna fatalmente todo el proyecto, experimento o lo que buenamente sea lo que persiguen la mano invisible oculta tras la tramoya.
Los seres humanos que aquí se dan cita esconden realidades y tragedias, sueños rotos por la crueldad de la vida, sienten su individualidad destrozada y perdida, viéndose arrastrados al automatismo y a la frustración del día a día. En la dualidad ser humano y trabajo, nos vamos convirtiendo solamente en sombras de nosotros mismos, nunca mejor dicho, somos lo que hacemos.
Es un libro muy atento al detalle puntual siendo minucioso también a la hora de ofrecernos una visión global precisa. Consigue transmitirnos perfectamente las sensaciones, penurias y preocupaciones de cada uno de los distintos trabajos y trabajadores que encontramos en sus páginas. Asimilamos de alguna manera la forma en que lo entienden aquellos que los ejercen, unos se muestran cínicos, otros amargados, quizás aceptándolo como inevitable o ciertamente los menos tratando todavía de sacar provecho de la situación. Pero todos ellos convencidos que se les explotan, aunque sin saber exactamente quien lo hace.
Es curioso como el autor deja bien patente que se busca alienar al trabajador, explotarlo científicamente, negarle la capacidad de entender el porqué de las cosas y por supuesto, evitando aunque sea el más mínimo atisbo de colaboración, protesta o sindicalismo.
Estamos ante un libro duro, pero justo en sus apreciaciones. Imprescindible para ayudarnos a meternos en la piel de otros, entender una verdad que puede ser incomoda debido a la interesada manipulación de ciertos sectores clasistas que buscan perpetuar el poder de la casta dominante. No podemos olvidar, ni seguir ignorando que tan trabajador es un albañil como una teleoperadora o la señora de la limpieza, o el emigrante que se busca la vida. Todos pertenecemos al fin y al cabo la clase trabajadora y somos camaradas en la misma lucha, frente a la mano invisible del opresor solamente cabe unidad de acción. Un trabajador es siempre un trabajador. Hoy en día, más que nunca, debemos ser capaces de identificarnos como tales y saber que claro que siguen existiendo distintas clases sociales, los que controlan el capital y las fuerzas del trabajo y los sometidos a sus dictámenes.