Todo era
normal en la selva donde vivía la mona Kira. De vez en cuando los depredadores
mataban a alguno de la familia y siempre tenían que estar buscando comida, pero
como había bastante, eran felices. Todo lo feliz que puede ser un mono.
Todo era
normal hasta que un día, mejor dicho una noche, Kira que siempre había sido muy
curiosa, oyó un fuerte ruido que la despertó. Vio que del cielo caía una luz en
lo profundo de la selva. Como solo era una mona, no se extraño que los otros no
se despertaran y decidió ir a investigar, atraída por esa bonita luz azul.
Al
llegar vio que estaba caliente, pero no quemaba. Así que la toco, entonces
sucedió algo extraño.
Empezó a verse a sí misma o más bien sus hijos, caminando
sobre dos patas, usando ramas y piedras, para defenderse de los depredadores y
conseguir comida. Les vio encender luces y fundir las piedras.
Les vio crecer,
multiplicarse, extenderse más allá de la selva, de los ríos y de los mares,
dominar toda la vida. Los vio también sufrir enfermedades, pelear entre ellos
hasta casi destruirse. Pero siempre parecían hacerse más fuerte y vio muchas
más cosas extrañas que no podía entender, finalmente se desmayó.
Cuando
despertó, la luz había desaparecido y ella apenas recordaba nada, pronto lo olvidaría.
Volvió con los suyos pero dos cosas habían cambiado en ella, se le estaba
cayendo el pelo y tenía una luz en los ojos que ningún mono había tenido antes.
Todo era
normal en la ciudad donde Erika vivía con su familia. Todo era normal como en
cualquier otra ciudad hasta que un día, mejor dicho una noche, Erika que
siempre había sido muy curiosa oyó un fuerte ruido que la despertó y vio caer
una luz del cielo ...
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